martes, 22 de julio de 2014

No hay bien que por mal no venga...o al revés.

Día 48. Lunes 21/07/14 Calendasco - Fiorenzuola 38km.
Etapa agotadora la del día de hoy, no ya sólo por la cantidad de km que irremediablemente he tenido que hacer debido a la ausencia de albergues, sino porque han sido todos por asfalto y además, la carretera tenía un arcén pequeño y era bastante transitada por lo que el contacto con la naturaleza ha sido sustituido por el desagradable ruido de los coches y camiones que pasaban sin mucho miramiento a escasos metros de mí. He aprovechado para escuchar música, que hacia días que no lo hacía y poco más. Ah, y como premio a mi esfuerzo, esta tarde me tomé un helado de chocolate negro y pistacho que no quería que se acabara nunca, pero irremediablemente llegó ese fatídico momento y no me quedó otra que exclamar: "¡me supo!"

Día 49. Martes 22/07/14. Fiorenzuola- Fidenza 24km.
- Eh! ¿Quieres un café?
Me paro un momento y observo a la persona que se dirige a mí, un hombre de unos 45 años acariciando a un perro en el jardín de su casa.
-  ¿Por qué no?, contesto.
Esas han sido las primeras palabras con Massimo, un profesor de escuela que vive con su perra Layla en una casa de campo, a las afueras de Fidenza. Sentado a la mesa del jardín, me hace saber que soy el segundo español que pasa por allí en muchos años mientras me sirve el café recién hecho junto a unas galletas rellenas de mermelada. Massimo es un hombre menudo, de pelo rubio corto, cuyo rostro refleja bondad y quizá cierta nostalgia. Suele invitar a los peregrinos que pasan por su puerta a hacer un alto en el camino para charlar un poco e interesarse por su historia personal. Me cuenta que le gusta vivir en el campo porque aquí puede observar los cambios de estación y se siente más vivo que en la ciudad, la cual nos ofrece una falsa sensación de estabilidad. Lo percibo muy conectado a la naturaleza, tranquilo y pausado al hablar, afirma curiosamente, que la vida aquí es más intensa y palpable. Al cabo de un rato, una llamada telefónica interrumpe nuestra agradable conversación y posteriormente me pongo en marcha de nuevo, no sin antes escribirle unas palabras de gratitud en una libreta que tiene a tal efecto. Gracias Massimo, te apunto en mi lista de personas a recordar cuando llegue a la plaza de San Pedro, en Roma.
Unas dos horas después, sobre la una del mediodía, me encuentro entrando a Fidenza cuando tropiezo con un señor...
-  ¡Hola! ¿Eres un peregrino?
-  Así es.
Y estas fueron las primeras palabras que crucé con Donetti Giorgio, de 65 años pero con una vitalidad propia de los 30. Poco después, junto a su esposa María Teresa, me invitaban a comer en un restaurante cercano unos penne a la rabiatta. Ambos jubilados ya, habían hecho el trayecto de la vía francigena que va de Siena a Roma hace un mes y aún tienen el bicho del camino en su interior. Sobre todo a él, que desprendía vivacidad por los cuatro costados, la cara se le llenaba de ilusión y de alegría cuando hablábamos de los pormenores del peregrinaje. Por un momento pensó en acompañarme durante unos días aunque, luego de una ojeada a María Teresa, declinó su oferta. No contento con invitarme a comer, se empeñó en llevarme con su coche hasta la puerta del convento de los Hermanos Cappuccini, donde me hospedo esta noche.
Mil gracias a los dos por vuestra gentileza y amabilidad, les añado a la lista.
Así pues, hoy ha sido un día que enmarcaré en mi memoria.

1 comentario:

  1. Qué bonitooo sergio.... siempre hay gente especial. Ahhhh y como te lo estas pasando con el chocolate ehhhh jajajaaa

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