martes, 8 de julio de 2014

La acequia.

Día 34. Lunes 07/07/14. Aosta- Chatillon. 28km
Hoy me levanté tarde y un tanto perezoso. Cuando empecé a caminar faltaba poco para las nueve de la mañana, mis pasos eran lentos y los bostezos podían oírse a una buena distancia. Ha sido uno de esos días en los que cuesta arrancar, estaba bien pero me faltaba algo de chispa. Los paisajes de hoy me han trasladado a mi pueblo natal, Güejar-Sierra, ya que durante buena parte del recorrido he caminado junto a una acequia muy parecida a la que hay allí y que se conoce por la acequia de La Solana. En seguida me transporté a mis paseos por allí, ya que es un sendero precioso que no me canso de hacer cada vez que regreso al pueblo. Y esto me llevó a reflexionar sobre mis raíces, sobre lo importante que es para mí no perder la conexión con mis orígenes, ya que allí encuentro muchas respuestas a las preguntas que me hago hoy sobre mí mismo. Allí continúan algunos de mis amigos de la adolescencia que aún conservo y me encanta quedar con ellos para irnos de tapas y observar como, aunque cada uno ha evolucionado de manera distinta, seguimos manteniendo ese lazo que nos unió fuertemente durante nuestra juventud y que aún hoy, casi veinte años después, no se ha roto. Y allí sigue mi familia, con la viejita al frente, (a la que llamo a media mañana cuando estoy en casa para escuchar su voz con la excusa de que no recuerdo la receta del puchero, a la que admiro por su infatigable dedicación y por sus años de trabajo infravalorado, a la que añoro cada vez más y a la que amo sin condiciones) haciendo de nexo de unión con mis tres hermanos con los que mantengo una buena relación y a los que quiero, respeto y valoro. Sin olvidarme de la savia nueva de mis sobrin@s que me aportan frescura y candidez cada vez que los veo. Este viaje me está suponiendo un reconocimiento aún mayor de la gran importancia de mis relaciones. Siento que tengo la necesidad de ser pensado, querido, esperado por las personas que me importan, que me acompañan en este corto pero maravilloso viaje que supone la vida. Creo que no soportaría la idea de no significar nada para ellos.
Luego, el primer trueno me sacó de estas reflexiones, el segundo me quitó la desidia, el tercero me inquietó y los restantes, unidos a los rayos, la lluvia, el viento y a mi famélico paraguas, hicieron de mí durante las dos últimas horas un pobre peregrino asustado y empapado, al que yo mismo compadecí, pero que no perdió en ningún momento su espíritu alegre.

1 comentario:

  1. Un poco más verde que la acequia la Solana jejejeje, pero bien que te haya recordado tus raíces. Ya queda menos para esas cervezas y esas capillas. Un abrazo y disfruta lo que te queda

    ResponderEliminar